Estas rústicas construcciones eran, por lo general la habitación de jornaleros, gañanes o pequeños propietarios agrícolas que vivían en ellas de forma temporal, a veces con su familia, mientras araban, podaban, vendimiaban, plantaban las cepas o las olivas, o recogían la aceituna en los crudos inviernos de antaño. Salpican nuestros campos y son un claro ejemplo de adaptación al medio natural, tanto por sus dimensiones como por los materiales empleados, que proceden del propio suelo en donde se levantan y además contribuían a limpiarlo de piedras (lanchas).
Su construcción no presenta gran dificultad técnica; pero existían familias expertas en esta técnica constructiva de "piedra seca" y de cerramiento en falsa cúpula.
La técnica de la "piedra seca" consiste en ir levantando esos muros circulares piedra sobre piedra ( o lancha sobre lancha) sin ningún otro material que las una. Es una técnica constructiva que ha perdurado desde los tiempos prehistóricos hasta nuestros días, por sus muchas ventajas en el medio rural: fácil manejo de los materiales por utilizar piedras de mediano y pequeño volumen, que permiten que un solo hombre - o a lo sumo un "maestro" y un ayudante - vayan colocando las piedras de manera que sea su propio peso quien las aglutine, anclando perfectamente unas con otras, o inmovilizándolas con pequeñas cuñas.
Para cerrar ese espacio circular se utiliza la falsa cúpula consistente en que, a una determinada altura del muro, va disminuyendo el diámetro de las sucesivas hiladas, hasta que llega a producirse el cierre; normalmente se dejaba un pequeño agujero que se tapaba con una lancha cuando era necesario. Es un tipo de cerramiento que ya aparece en Europa en muchas construcciones de época Megalítica, casi siempre como monumentos funerarios de la Edad del Bronce.
Considero que las chozas deben apreciarse como un valioso legado cultural, un patrimonio creado a lo largo de los siglos gracias al ingenio y trabajo callado de jornaleros, gañanes, pequeños agricultores y pastores, evocadores de una forma de vida de las clases más populares que ha perdurado hasta los años setenta del siglo XX aproximadamente.
Desgraciadamente se consideran un patrimonio menor y nunca han merecido una tutela o protección oficial para su conservación. Ante la desaparición de algunas de ellas y el estado ruinoso que presentan otras, no estaría mal que se inventariaran y se tomara hacia ellas alguna medida de protección institucional. Sin olvidar una valoración social a este testimonio vivo que forma parte de la memoria colectiva de nuestro pueblo y de otros muchos de la comarca y de Castilla-La Mancha.
Julianiperus
ResponderEliminar¡Muy buen comienzo para este prometedor blog! Una pena lo de este patrimonio no bien valorado, a mi me parece un legado extraordinario que atestigua un modo de vida, como bien dices, prehistórico, en la Región Mediterránea. Un ejemplo buenísimo de cómo las limitaciones impuestas por una economía de subsistencia llevan a la gente a ingeniárselas con lo que tienen a su alrededor.